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Planeamiento Tributario | Pregunta 1

Recordando que los objetivos de una planificación tributaria no significan necesariamente “pagar menos impuestos”, sino lograr un equilibrio[1] entre la optimización de recursos para el cumplimiento de las obligaciones tributarias y dormir tranquilo, hay 3 preguntas claves[2] que lo ayudarán a encontrar dicho equilibrio. Veamos en esta cápsula la primera.

  1. ¿Dónde estamos?

Consiste en analizar cuál es la situación actual del contribuyente. La respuesta a esta pregunta es mucho más compleja de lo que parece.  Es analizar la manera en que la empresa viene liquidando los tributos actualmente: ¿es razonable? ¿pago mucho? ¿pago poco? ¿tenemos contingencias?

Es increíble la manera en que las empresas se suelen mentir a sí mismas. En más del 50% de los casos de empresas grandes y medianas-grandes he escuchado: “aquí todo está bien… me audita XX”, y luego le caen reparos de SUNAT por decenas de millones, o sin ser tan dramático, se detectan situaciones peligrosas o ineficiencias que jamás fueron analizadas por XX. Pero a la empresa le gusta mentirse y decir “hago mi trabajo”, “si me reparan sería injusto”, “todos en el sector lo hacemos, no veo el problema” … ¿le resulta conocido?

En la mayoría de las organizaciones las áreas contables están sobrecargadas con el día a día, lo que llega a extremos en las empresas familiares en las como el dueño confunde su bolsillo con el de la empresa, trata de “no gastar mucho”, lo que se traduce en tener un outsourcing contable “barato” o un área contable interna muy por debajo de los requerimientos del negocio.

Más allá de los números involucrados, casi toda organización presenta 2 situaciones que parecen contradictorias, pero cuando usted lo analiza, no lo son:

  1. Ineficiencias en el pago de impuestos.

No se deben necesariamente al estudio de figuras legales alternativas, en muchas organizaciones, es muy común que determinadas áreas operativas al enfrentarse a sectores informales (como proveedores) optan por no requerir comprobantes de pago, y como “el negocio no se puede detener”, terminan pagando una cantidad importante de impuestos que no correspondía. Según mi experiencia, las empresas aceptan esta situación hasta que ven qué tan grande es el monto. En muchas ocasiones la medida consistirá en “formalizar a los proveedores”, que en un análisis costo-beneficio suele ser una de las mejores opciones.

En otras ocasiones la ineficiencia se genera por el desconocimiento de la norma tributaria: adiciones que no corresponden, no uso de normas como la depreciación acelerada de los vehículos eléctricos o nuevas edificaciones, entre muchos otros.

  1. Contingencias.

La práctica tributaria demuestra que acciones perfectamente lícitas, con una claridad en su tratamiento tributario, al momento de realizarlas pueden convertirse en grandes agujeros negros, incluso sin que cambie la norma. Un caso muy claro fue el uso de “asociaciones en participación” entre el 2000 y el 2020, donde la mayoría tenía claro cómo funcionaba, el asociante deducía la participación que pagaba al asociado, hasta que en marzo del 2021 sale una jurisprudencia de observancia obligatoria del Tribunal Fiscal que crea una contingencia de cientos de millones en el sector inmobiliario.

Sin ser tan dramático, hay otros casos más simples: regalías a socios en sectores en que la marca no es relevante, intereses a socios demasiado altos, alquiler de vehículos, entre otros.

Entonces el responder a esta primera pregunta nos dará el punto de partida para hacer la segunda pregunta, en la siguiente cápsula.


[1] Equilibrio que varía de persona en persona y, por lo tanto, de organización en organización.

[2] Son preguntas que se presentan en cualquier planeamiento, ya sea estratégico, tributario o de su vida. 

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Planeamiento Tributario

Hace poco terminé de leer un libro llamado “La Sicología del Dinero[1]” y considero que muchas de las afirmaciones del autor son perfectamente trasladables a lo que veo en el día a día, en lo que los contribuyentes llaman, muchas veces equivocadamente, “planeamiento tributario”. Y es que al final, qué son los impuestos sino un flujo de caja negativo forzoso, sin ninguna rentabilidad esperable, es decir, se rige por los mismos principios que utilizamos para evaluar qué hacer con el dinero.

1. Objetivos equivocado

El autor señala que, cuando se trata de dinero, es muy común que las personas se equivoquen en sus objetivos, buscan riqueza inmediata, lujo y prestigio, cuando lo que deberían buscar es independencia financiera[2], pero es consciente que cada persona es diferente y por lo tanto sus objetivos al detalle obviamente serán diferentes.

Cuando se trata de impuestos, lo primero que debemos entender es que no hay una sola forma de calcularlos, en cuantía y/o en el tiempo. En tal sentido, existen dos objetivos que razonablemente se pueden buscar:

  • Reducir los costos tributarios (en cuantía o financieramente).
  • Dormir tranquilo.

Un planeamiento tributario se podría asimilar a la tensión dinámica que 2 dedos ejercen al estirar una liga, si junta mucho sus dedos, la liga se cae, si los separa demasiado, la liga se rompe. Consiste entonces en estirar los dedos lo suficiente para que ni se caiga ni se rompa.

Como asegura el autor, considerando que cada persona es diferente, la mayor o menor priorización de uno u otro objetivo definirá su estrategia tributaria. Es preciso tener en claro que en una economía como la nuestra, donde la informalidad supera el 50% de la economía, el objetivo primordial de una gran parte de la población es REDUCIR sus costos tributarios a CERO, y están cómodos con la percepción del RIESGO que esto supone. 

Empresas grandes, altamente controladas, priorizarán el DORMIR TRANQUILOS (seguridad) antes que reducir costos.

La complejidad de la personalidad del “dueño” se pone sobre la mesa en las “empresas familiares”, es decir, aquellas en que la empresa tiene uno o un grupo pequeño de dueños y las finanzas de la empresa se confunden con las del dueño.

Métodos equivocados

El autor señala la importancia esencial del ahorro y de los objetivos a largo plazo; sin embargo la mayoría busca el GRAN éxito que los puede hacer ricos, huyen del mercado cuando se deben quedar, entran cuando quizás deberían esperar.  Algo no muy diferente pasa en el planeamiento tributario, en particular en las empresas familiares, los “dueños” están dispuestos a creer que todo “ahorro” es bueno, y quieren creer en un “especialista” que les dice cómo reducir los costos tributarios y aumentar el ahorro, sin entender que “todo ahorro tiene un riesgo”. No tiene que ser ilegal, muchas veces el ahorro es 100% legal, pero ¿qué tan probable es que eso se convierta en una contingencia? Y de saberlo, ¿estoy dispuesto a asumirlo?

El autor señala que ningún inversionista (o muy pocos) van a seguir un gestor de inversiones que les diga “el mercado – es decir el futuro – es impredecible”, y aunque es OBVIO, es muy difícil que usted le entregue su dinero a alguien que admite que no sabe lo que va a ocurrir. Por el contrario, seguramente usted preferirá un banco o un gestor que le diga “ESTO VA A PASAR”. Si lo piensa bien, en el fondo sabe que el más responsable es el primero, pero la mayoría seguirá al segundo.

Algo similar pasa en el mundo del “planeamiento tributario”, “especialistas[3]” les ofrecen llaves mágicas, soluciones a todos sus problemas, y encima usted duerme tranquilo porque es un especialista ¿correcto?  Él debe saber lo que está diciendo, y será así hasta que no lo sea.

Una de las partes que más detestan los contribuyentes (o cualquier persona para tal fin) es cuando les dices “lo que puede salir mal”. La lógica dice que, si vas a dar un salto, es mejor que veas dónde vas a caer, pero si algo nos dice este libro, entre muchos otros, es que cuando se trata de dinero, entre muchas otras cosas, somos mucho menos lógicos de lo que creemos.


[1] The Psychology of Money de Morgan Housel. Es un libro altamente recomendable para entender la manera en que nos engañamos sobre lo que es riqueza, rentabilidad, seguridad de inversiones, entre otros muchos conceptos que utilizamos día con día, de manera equivocada la mayoría de las veces.

[2] Que finalmente la define no como la capacidad de NO tener que trabajar, sino como la de trabajar cuando, con quien, y en lo que uno se siente cómodo.

[3] Uso comillas porque muchas veces lo que usted tiene no es un especialista, sino algo que la sicología llama un “efecto halo”, es decir, si es un profesional de un estudio grande o una gran auditora, usted asumirá que sabe lo que está diciendo, ¿por qué lo dudaría correcto? Pero ¿esto es cierto?